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jueves, 29 de marzo de 2007

Lo Nuevo


"Ahora te callas, que me quiero despedir de mi amiga."

Me dice Hannah con ironía surfer mientras entramos al auto. Debo pensar que ella cree que hablé demasiado con P y C o que quizás monopolice la chacra familiar de su conversación. Juraría que sólo departí con su amiga cuando Hannah misma se distraía hablando con terceros. Son las tres de la mañana y los muchachos, a quienes no conozco, se quedan a seguir bebiendo. Las chicas van a darme un aventón. Con excepción de Hannah, con quien ya llevo un poco más de año “trabajando”, tampoco les conozco. En realidad, nada en la situación me genera algún atisbo de familiaridad.

En el volante, C, mantiene la concentración hablando en voz alta: tiene sueño. A su derecha, P repasa los trámites de su próximo viaje. No llegamos muy lejos jugando a que bebemos y hablamos en alguna replica madrileña del "Juanitos". En Lima, aunque casi siempre sin saberlo, es demasiado frecuente jugar a estar en “otro lugar” o a ser el representante desamparado de alguna metrópoli no menos gaseosa. En ambos casos, la misma estructura de "desubicación" en el punto de origen, parece promover cierta apatía para transformar el entorno. Solo un viaje cambias las cosas: las ubica en otro lugar.

Lo que si anda en movimiento es el carro. Una vacía silla de bebe ha obligado a Hannah a ocupar la siempre incomoda mitad del asiento posterior. De a ratos adelanta su cabeza por encima de la caja de cambios para hablar con la piloto y copiloto. Las cervezas me hacen pensar que ella bien podría ser la quinta velocidad del vehiculo. Dormito a su izquierda interrumpido por el recurrente contacto de mi rodilla con su cadera adelantada. Le sirvo de punto de apoyo aunque a decir verdad, de no ser por su equilibrio, la tarea sería como sostener un gato con una cuchara. Tiene la cabellera irregularmente rubia. Da cuenta de sus prolongadas temporadas en la playa o de las caprichosas rutas del sol sobre el cabello. Pero también el azar de tal cableado da para sospechar de su presunta espontaneidad.

Hay similitud de tono entre sus brazos bronceados y su blusa roja. A esta hora y sin luces, solo me queda adivinar tal parecido. Pero antes, sus hombros estaban descubiertos mientras nos presentaba a Gargantúa y a mí, algunas líneas generales sobre lo que sería su tesis. A pesar de las buenas perspectivas del tema, le prestó atención a otro asunto menor: la posibilidad de una psique capaz de reinventarse y retroanalizandose constantemente hasta el infinito; algo así como una mente capaz de estar abierta a lo nuevo. Es fácil desintegrar aquel castillo demostrando la presencia ineludible de las determinaciones, en particular de aquellas que vuelven atractiva la utopía del cambio dinámico. Pero de otro lado, también es fácil quedarse en esa suerte de estreñimiento resentido que se aferra a lo ya dado como a un flotador de patito hecho con cálculos biliares.

Abro la ventana del carro con ese movimiento de brazo que le da cuerda a los juguetes antiguos. Entra el aire fresco pero la avenida reproduce la misma secuencia de edificios y parques de hace diez minutos, de hace diez horas, de hace diez años. Aunque me lo prohibí, dedico pensamientos ambiguos a alguien que me ha dejado atrás. Me es difícil no pensar en otra cosa que no sea el pasado, sobre todo lo perdido. Desde ese lugar, lo nuevo, se me antoja más como las inesperadas consecuencias de limpiar el fondo de la piscina. Nada de viaje al nuevo mundo o de cantinas que te conecten con la metrópoli. No obstante, al final de la jornada, el río no se ha olvidado de traerme estas piedras de sopa, guijarros inauditos para mi colección de berrinches y pataletas con todo lo que dejo atrás.

Las cucharas para sostener gatos
El síndrome de la metrópoli escondida en una cantina sin movimiento.
Los cabellera de Hannah a la que se le resbalan los rayos de sol
Una rodilla de tortuga en la quinta velocidad de las cosas

¿Qué pasará mañana?
Marzo 2007

3 comentarios:

Débora Hadaza dijo...

"Al final de la jornada, sin embargo, el río no se ha olvidado de traerme estas piedras de sopa, guijarros inauditos para mi colección de rupturas con el pasado:
Las cucharas para sostener gatos
Los cabellos de Hannah pescando sinuosos rayos del sol
Mi rodilla de tortuga en la quinta velocidad de las cosas"

Buenas frases, es un placer leerlo

bajamar dijo...

Qué pasará mañana?...en realidad es un mar lleno de probabilidades, cuantas piedras hay en nuestra piscina...pero no deberían significar peso...talvez sólo proporcionar alas...talvez sea una incesante duda ya que solo habitamos el presente aunque nos habite más tiempo del que él contiene...pero ha de ser como una hoja, no en blanco y si en blanco siempre, pero la convulsión de nuestra aurora depende en gran parte de las semillas depositadas en él...en fin, sólo divago...podría seguir y seguir, gran texto, gracias por mostrarmelo

un beso

Pierrot dijo...

Bajamar:
Primero agradecer la visita por este texto algo rezagado. No me habia puesto a pensar que el buceo es una forma de vuelo también. Y siempre hay estas divagaciones sobre las posibilidades reales de depurar el presente y si no es una busqueda fetichista esa suerte de ruptura con lo pasado. Por otro lado, huir hacia adelante no necesariamente es avanzar... Es como para darle vueltas al asunto.

Por cierto gracias por tu pequeño empujoncito en el blog. Creo que eso ha ayudado a que me decida a publicar pronto.

Saludos y exitos