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sábado, 12 de enero de 2008

Confesiones 4

En el Ámbar
Parte IV – Huéspedes
(Donde el viajero percibe cosas inusuales sobre el paso del tiempo)

Sin tocar su obra, Vera acerca sus manos sobre la alcoba. Los acerca como si quisiera cobrar calor de una chimenea cuya vibración – de esto ya me convencí- ya no depende de sus cuidados para reproducirse. A pesar de ello, todavía encuentro precario el equilibrio de todo el mecanismo. Quizá, como con los cuadros, requerirán por lo menos de un observador para atizar el fuego. En todo caso, tendría que quedarme más tiempo del que dispongo para salir de tales dudas.

- ¿Hace cuanto que no tienen pasajeros?
- En realidad, usted es nuestro primer pasajero. Antes teníamos huéspedes
- ¿Pero entonces qué les paso? ¿Mantener el “entretenimiento” era más caro que el funcionamiento del avión? ¿Sabe? aunque esto debe haber sido una experiencia placentera para viajar, yo creo que
- En realidad, nuestros huéspedes no pagaban por “viajar aquí”. Venga conmigo, ahora le explico.


Mientras camino con ella, miro mis manos otra vez. Deben haber pasado cuatro horas. Pero mi reloj parece haberse quebrado justo en el momento del despegue. Aun así, siento como muy recientes aquellas marcas de nudos que me hice para repasar los pasos del paracaídas. No es tan simple como contar y jalar del cordón. Todo lo que se hace en el vacío requiere precisión. En todo caso, el fantasma de esos hilos también mantiene a raya mis falanges ansiosas de escaparse de las manos. Es de mala educación tocar las pinturas, incluso cuando de alguna manera se está dentro de éstas.

1 comentario:

dèbora hadaza dijo...

"Todo lo que se hace en el vacío requiere precisión."

pero entonces ¿como se aseguran que esos ocasos eternos van a seguir dando fuego sino tienen alguien que los observe y atise??